martes, 24 de noviembre de 2009

AVE MARÍA

De rodillas iré al altar,
a rezarte a ti, Ave María,
porque desde que te conozco,
siempre has estado aquí conmigo.
Y te llevaré rosas a tus delicados pies,
con las manos ensangrentadas de pelear en tu nombre,
derramando pequeñas lágrimas de cristal,
que al caer en el frío suelo que me acompaña,
escriban tu nombre, Ave María.
Porque siempre estás en mi pensamiento,
aún cuando la tristeza oscurece mi corazón,
mis ojos se ciernen en profundo sueño,
y mi cuerpo se vuelve inmóvil ante el paso del tiempo.
Y al llegar a tu recinto sagrado,
rociaré mi cuerpo con tu aroma,
me postraré ante ti para susurrarte mis deseos,
y en cada palabra que salga de mi boca,
te contaré la feliz historia de mi vida.
Escribo para ti, Ave María,
sagrada mujer postrada en un altar,
fuiste grande cuando estuviste en vida,
más grande eres ahora que tus palabras calladas,
cuentan aquello que casi nadie quiere escuchar.
Escribo para ti, reina del cielo,
que algún día cuando mi cuerpo se convierta en hielo,
pueda postrar mi alma delante de ti,
para agradecerte con un dulce beso,
todo aquello que siempre hiciste por mi.

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