Si
la vida fuera justa, no te vería marchar,
te
quedarías siempre en el rincón de la alegría,
saboreando
la felicidad en cada minuto de tu vida,
más
no puedo retener tu existencia, debo dejarte marchar,
y
en tu partida, recordar cada instante porque merece la pena estar
contigo.
Y
seguiré mi camino esperando el reencuentro,
volviendo
mi corazón a la cruda realidad de extrañarte,
intentando
que mis ojos no vean lágrimas por ti,
para
no empañar la felicidad que nadie me podrá quitar.
Tuve
tu sonrisa, tus lágrimas y tus enfados,
después
de tanto tiempo tuve los momentos perdidos,
las
caricias y los besos anhelados,
quisieron
que perdiera la ilusión por ver tu cara de princesa,
y
no han podido quitarme el poder regalarte mi cariño.
Y
en este momento que no quiero ver triste,
escribo
un poco más la historia de tu vida,
y
en estas pequeñas palabras que todavía no llegas a comprender,
te
diré aquello que no he podido decirte,
porque
no hay nada más bonito en este mundo,
que
el amor que siento como padre por ti.